letra - the clash

gente les dejo el tema SPANISH BOMBS de THE CLASH del disco london calling, bueno está en un ingles españolizado, es un temaso, y lo acompaña una musicasa bueno, se los dejo: abajo el video


Spanish bombs

Spanish songs in Andalucia
The shooting sites in the days of '39
Oh, please, leave the vendanna open
Frederico Lorca is dead and gone
Bullet holes in the cemetery walls
The black cars of the Guardia Civil
Spanish bombs on the Costa Rica
I'm flying in a DC 10 tonight

[Chorus]
Spanish bombs, yo tequierro y finito
Yote querda, oh mi corazon
Spanish bombs, yo te quierro y finito
Yo te querda, oh mi corazon

Spanish weeks in my disco casino
The freedom fighters died upon the hill
They sang the red flag
They wore the black one
But after they died it was Mockingbird Hill
Back home the buses went up in flashes
The Irish tomb was drenched in blood
Spanish bombs shatter the hotels
My senorita's rose was nipped in the bud

[Chorus]

The hillsides ring with "Free the people"
Or can I hear the echo from the days of '39?
With trenches full of poets
The ragged army, fixin' bayonets to fight the other line
Spanish bombs rock the province
I'm hearing music from another time
Spanish bombs on the Costa Brava
I'm flying in on a DC 10 tonight
Spanish songs in Andalucia, Mandolina, oh mi corazon
Spanish songs in Granada, oh mi corazon





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Novelita

Novela Bonsai


LA IDEA DE POSTEAR ESTA NOVELA corta EN CAPITULOS SEPARADOS Y CORTOS ES RECIBIR SUS CRITICAS MAS ALLÁ DE LA ORTOGRAFÍA, en realidad todavía la estoy escribiendo, saludos


por ningueim


I


Un tal Jaime se cruza (o se cruzó –pasado- ) los brazos para una foto. Acercando el ojo verán los pixeles que dividen su caripela retocada, poros nasales mas chicos, ojeras que no se parecen a los agujeros del culo.

Puto y requete puto, que se hace la guita por hacerse el que no se hace plata. “muchas pijas se habrá chupado para estar donde está” dice el enano puteador, y está en lo cierto.


continuará...






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el huevo

hola bueno, para no envejecer el blog y no envejecerme ¿está bien escrito? junto con el blog les dejo un video que si bien es viejo lo veo casi todos los dias, bah en realidad lo vi un par de veces, pero que se yo es gracioso.. no sé. bueno, no dejen de enviar colaboraciones... fidel



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cancion final

bueno en dos dias dos colaboraciones, y dos poemas! genial! en esta oportunidad lo presentamos a Manuel Diaz.
mi critica fue que los primeros cuatro parrafos mantienen un nivel excelente, y que son de lo mejor q leí en el ultimo tiempo de poetas de rosario jovenes, y que desp se "atolondra"
para decirlo de alguna manera para poner las palabrasss NUNCA MAS .. y eso lo torna explicito
pero no obstante el poema me gustó mucho, aca se los dejo, gracias manuel, saludos

sigan mandandooo


Canción Final

Aquella voz que se oía en la distancia
Aquel murmullo que iba creciendo
Que iba tomando forma de democracia
Que las barreras iba venciendo.

Por fin acabó de ser un sueño,
Para ser un hecho,
Del que el pueblo fue dueño,
Tumbando a los Humanos y Derechos.

Luego de siete años,
La gente dijo basta,
Tirando la cadena del baño,
Prevaleció la libertad y la tolerancia.

Se rompieron las cadenas,
Que ataban de pies y manos,
Se rompieron aunque parecían eternas,
Las que limitaban la opinión y la esperanza.


Cuando hay un Golpe de Estado,
Se va oscureciendo el día,
Las bocas caídas y los rostros gastados,
Se encarcela la alegría.

Aunque no hayamos estado allí,
No nos debemos olvidar,
Debemos tener memoria,
Y acordarnos de que hubo miles que hoy no están.

Hay que pensar en el futuro,
Mirando siempre para atrás,
No olvidar este pasado oscuro,
Por los que faltan, hay que gritar bien fuerte: NUNCA MÁS.

Manuel Díaz.




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Primer Colaboracion

me pone contento presentar la primera colaboracion al blog, que llego despues de la presentacion de la idea q me surgio de pedir cosas para abrir el blog
es un poema de RaFAEL gOmez rOdriguez



Circular de Lucio Sergio Catilina



Del compañero Lucio Sergio Catilina:
¡salud a todos los conjurados! Camaradas,
nos hablan de África y su pobreza proverbial
para que creamos que nosotros mismos, pobres
de nosotros, somos ricos y privilegiados.
Nos hablan de los campos de concentración
del siglo XX, el más brutal de la historia humana,
de los grillos de la esclavitud que aún pervive
anacrónica y de las cárceles y de los presos
para que al vernos reflejados en su espejo
que nos hechiza liberándonos, supongamos
que somos libres. Retransmiten por las ondas
de los aires crónicas de las guerras más remotas,
imágenes fidedignas y testimoniales
envueltas en papel de estraza de palabras,
que nos distraen y adormecen y amedrentan,
para que creamos que esto es paz y no otra guerra.
Y nos informan del horror de las dictaduras,
inoculándonos el tábano del miedo,
para que creamos que esto es una democracia.
Y nos asustan con el caos y anarquía,
para que pensemos que el Estado y el sistema
económico vigente de dominación
que padecemos son la organización
social perfecta, necesaria a más de buena.
Y además nos amenazan con la muerte propia
desde que hacemos uso de razón y lengua,
corroborando así, de hecho, su amenaza,
para que aceptemos que tenemos que morir
a la fuerza, y dicen que la existencia nuestra y puesta
en escena es una forma, de verdad, de vida.
No hay, sin embargo, más miseria que la supuesta
riqueza de este pobre mundo y su dinero,
de millares de automóviles yendo de prisa
a ninguna parte por la autopista a la carrera,
de aparatos de televisión reproduciendo
la mentira de la realidad: no hay más esclavos
que nosotros mismos, ni más guerras que esta falsa,
fementida paz, ni hay otra dictadura más
espeluznante y horripilante y sanguinaria
que esta supuesta democracia ni más caos
que el orden establecido, y no hay más muerte,
-hacedme caso, camaradas, a los dioses
y a las diosas inmortales pongo por testigos-
que nuestra vida mortecina y cotidiana. Read More......

LA GALLINA DEGOLLADA. H. QUIROGA

La gallina degollada
Horacio Quiroga

Todo el día, sentados en el patio en un banco, estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos y volvían la cabeza con la boca abierta.

El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida.

Otra veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón.

El mayor tenía doce años, y el menor ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal.

Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia un porvenir mucho más vital: un hijo: ¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación?





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enrique symns

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cuento fresco , por fidel

En el bar que permanecía todavía cerrado después de los saqueos de la semana se debatía la vida de uno de los borrachines del barrio.
Se practicaba el mete y saca en un rincón mohoso, y en un patio conventillero se apelotonaban niños con cigarrillos en la boca y olor perturbante a alcohol. Apostaban que “los grandes” iban a liquidar al papá de Mario esa misma noche, pero no sin antes agrandarle el agujero. Mario estaba sentado, pensando que la escena se iba a repetir, y que en unos años, siendo ya huérfano de padre y madre (pues su madre gozaba de una larga enfermedad) iba a estar hecho un perrito en un rincón y su hijo iba a llorar rodeado de futuros asesinos.
Mario temblaba de frío. Y ese odio iba a ser rencor.
Atravesando el patio por un callejoncito se entraba a un baño vomitado y saliendo del baño estaba el bar, oscuro y frío. Los adultos se sacaban los cinturones y le daban a más no poder al papá de Mario. El moso, y dueño del bar sentado en la barra quemaba un whisky y cada tanto uno de los niños se escurría por debajo de la barra y robaba alguna botella.
Pasaban las horas y no se terminaba. Aunque los pequeños apostadores seguían firmes a su imaginación fomentada por los gritos de dolor que venían del bar, Mario seguía firme en sus pensamientos, los cuelas son intranscribibles. Es tolerable, eso si, la descripción de sus ojos cansados, y de su cuello torcido apoyado en la baranda de una escalera gris que iba a ningún lado. Miraba la escena, dejado, pensando si iba a volver acompañado. Una muerte en la ciudad no vale más que unas horas de espera, y mucho menos en un bar clausurado.
De pronto un silencio ya viejo se acababa de descubrir. Todos lo oyeron. “¿ya está?” preguntó alguno. El tema central no es la muerte, sino la caminata del huérfano a su casa, por eso omitiré formalmente el pago de las apuestas y el destino del cadáver.
Mario cabizbajo recordaba el ritual de los judíos, ese de hacer macho al niño de 12 años, y pensó no sin gracia que el de los pobres era ese, vivir la muerte del padre entre humos de apuestas adolescentes.
El anochecer caía sobre los suburbios porteños y en la puerta de una casa preconstruida Moria el idiota del barrio idiota, con una prorroga vital de unos seis o siete meses. Con su lengua salida, y la panza cocida, rastro de su hermano siamés que duró unas horas, el idiota del barrio parecía reír como una hiena. Reía y en cada sonrisa se esculpía en las mejillas del nuevo hombre huérfano, el odio y la culpa. La culpa de seguir y dejar viva a la esfinge, modelo de los asesinos de su conciencia, representante legal de la sociedad, un golpe certero transformaría la risa en llanto, y con suerte para ambos acabaría la amarga espera del idiota.
Mario se sentó en el piso, delante del tarado, viendo de abajo la baba y los mocos verdes del estúpido, se sentó en canastita, como en la escuela, se sentó y espero. Nadie por ningún lado.
Seguro estaba Mario de que todos estaban escondidos esperando el puñetazo, seguro de que todos serían testigos y que el ejemplo de Mario, acabaría con la demencia, nadie por ningún lado. Cayó la noche con sus disparos policiales en ese suburbio, y las sombras habían tapado la silla de ruedas con el bulto que traía encima, un grillo bailoteaba invisible detrás del zombie. El cricricricri endulzaba la espera, se terminó la sonrisa con baba y el idiota se durmió, unos agujeros raskonikovianos se tallaron en la cara de Mario, se paró, y sus piernas rozaron las inertes rodillas del mongólico. Un contacto casi sensual. El silencio se profundizaba y el grillo ya era cómplice de la barbarie. Condujo al estúpido en la oscuridad por la calle de tierra hasta un descampado, y en un arrebato de recuerdos, deslizó con violencia al dormido en su silla de ruedas (que había adquirido la madre obesa con un el canje de su sexo) hasta verlo completamente en el piso.
El cuerpo callado entreabrió los ojos en forma de súplica y al entender que era imposible apaciguar la ira, optó por el llanto que con los golpes adecuados se transformaría en un simple sollozo. Sin estar seguro del destino de su primer patada, con los ojos casi cerrados y los dientes apretados, Pateó la panza de Nicolás, pues así se llamaba el enfermo, que en ese momento su estomago, hecho de un ADN enfermo, enviaba el vomito a la garganta. Se inundó la grieta de tierra donde estaban sumidos los dos asesinos, de amarilla vomitada. Vomito en los pantalones, pies, remera, cabeza, a cada patada se salpicaba el vomito un poco mas, y Nicolás emitía mas sustancia. La suela de los zapatos, tanto como los cordones y la lona estaba totalmente mojada del espeso líquido. Patadas en los pies y en los brazos, los ojos ya abiertos expulsaron el terror, los dientes separados y hermosos, brillantes como nunca, reían vergonzosamente. Primer parada el los hombros, unos segundos después, primer patada en el cuello, y mas tarde primer y última patada en la cabeza. No pensó en el sexo y su respectiva lujuria por el hecho del vómito mezclado con sangre, inadmisible hasta para un idiota.
Ni siquiera pensó en despedirse del muerto. Un charco verdoso de la profundidad de una chancleta inundaba al tarado.
Esa noche el barrio tan solo vivió dos asesinatos. Read More......

el niño proletarop, lamborghini, muy buen cuento

El niño proletario

Desde que empieza a dar sus primeros pasos en la vida, el niño proletario sufre las consecuencias de pertenecer a la clase explotada. Nace en una pieza que se cae a pedazos, generalmente con una inmensa herencia alcohólica en la sangre. Mientras la autora de sus días lo echa al mundo, asistida por una curandera vieja y reviciosa, el padre, el autor, entre vómitos que apagan los gemidos lícitos de la parturienta, se emborracha con un vino más denso que la mugre de su miseria.
Me congratulo por eso de no ser obrero, de no haber nacido en un hogar proletario.
El padre borracho y siempre al borde de la desocupación, le pega a su niño con una cadena de pegar, y cuando le habla es sólo para inculcarle ideas asesinas. Desde niño el niño proletario trabaja, saltando de tranvía en tranvía para vender sus periódicos. En la escuela, que nunca termina, es diariamente humillado por sus compañeros ricos. En su hogar, ese antro repulsivo, asiste a la prostitución de su madre, que se deja trincar por los comerciantes del barrio para conservar el fiado.
En mi escuela teníamos a uno, a un niño proletario.
Stroppani era su nombre, pero la maestra de inferior se lo había cambiado por el de ¡Estropeado! A rodillazos llevaba a la Dirección a ¡Estropeado! cada vez que, filtrado por el hambre, ¡Estropeado! no acertaba a entender sus explicaciones. Nosotros nos divertíamos en grande.
Evidentemente, la sociedad burguesa, se complace en torturar al nino proletario, esa baba, esa larva criada en medio de la idiotez y del terror.
Con el correr de los años el niño proletario se convierte en hombre proletario y vale menos que una cosa. Contrae sífilis y, enseguida que la contrae, siente el irresistible impulso de casarse para perpetuar la enfermedad a través de las generaciones. Como la única herencia que puede dejar es la de sus chancros jamás se abstiene de dejarla. Hace cuantas veces puede la bestia de dos espaldas con su esposa ilícita, y así, gracias a una alquimia que aún no puedo llegar a entender (o que tal vez nunca llegaré a entender), su semen se convierte en venéreos niños proletarios. De esa manera se cierra el círculo, exasperadamente se completa.

¡Estropeado!, con su pantaloncito sostenido por un solo tirador de trapo y los periódicos bajo el brazo, venía sin vernos caminando hacia nosotros, tres niños burgueses: Esteban, Gustavo, yo.
La execración de los obreros también nosotros la llevamos en la sangre.
Gustavo adelantó la rueda de su bicicleta azul y así ocupó toda la vereda. ¡Estropeado! hubo de parar y nos miró con ojos azorados, inquiriendo con la mirada a qué nueva humillación debía someterse. Nosotros tampoco lo sabíamos aún pero empezamos por incendiarle los periódicos y arrancarle las monedas ganadas del fondo destrozado de sus bolsillos. ¡Estropeado! nos miraba inquiriendo con la cara blanca de terror
oh por ese color blanco de terror en las caras odiadas, en las fachas obreras más odiadas, por verlo aparecer sin desaparición nosotros hubiéramos donado nuestros palacios multicolores, la atmósfera que nos envolvía de dorado color.
A empujones y patadas zambullimos a ¡Estropeado! en el fondo de una zanja de agua escasa. Chapoteaba de bruces ahí, con la cara manchada de barro, y. Nuestro delirio iba en aumento. La cara de Gustavo aparecía contraída por un espasmo de agónico placer. Esteban alcanzó un pedazo cortante de vidrio triangular. Los tres nos zambullimos en la zanja. Gustavo, con el brazo que le terminaba en un vidrio triangular en alto, se aproximó a ¡Estropeado!, y lo miró. Yo me aferraba a mis testículos por miedo a mi propio placer, temeroso de mi propio ululante, agónico placer. Gustavo le tajeó la cara al niño proletario de arriba hacia abajo y después ahondó lateralmente los labios de la herida. Esteban y yo ululábamos. Gustavo se sostenía el brazo del vidrio con la otra mano para aumentar la fuerza de la incisión.
No desfallecer, Gustavo, no desfallecer.
Nosotros quisiéramos morir así, cuando el goce y la venganza se penetran y llegan a su culminación.
Porque el goce llama al goce, llama a la venganza, llama a la culminación.
Porque Gustavo parecía, al sol, exhibir una espada espejeante con destellos que también a nosotros venían a herirnos en los ojos y en los órganos del goce.
Porque el goce ya estaba decretado ahí, por decreto, en ese pantaloncito sostenido por un solo tirador de trapo gris, mugriento y desflecado.
Esteban se lo arrancó y quedaron al aire las nalgas sin calzoncillos, amargamente desnutridas del niño proletario. El goce estaba ahí, ya decretado, y Esteban, Esteban de un solo manotazo, arrancó el sucio tirador. Pero fue Gustavo quien se le echó encima primero, el primero que arremetió contra el cuerpiño de ¡Estropeado!, Gustavo, quien nos lideraría luego en la edad madura, todos estos años de fracasada, estropeada pasión: él primero, clavó primero el vidrio triangular donde empezaba la raya del trasero de ¡Estropeado! y prolongó el tajo natural. Salió la sangre esparcida hacia arriba y hacia abajo, iluminada por el sol, y el agujero del ano quedó húmedo sin esfuerzo como para facilitar el acto que preparábamos. Y fue Gustavo, Gustavo el que lo traspasó primero con su falo, enorme para su edad, demasiado filoso para el amor.
Esteban y yo nos conteníamos ásperamente, con las gargantas bloqueadas por un silencio de ansiedad, desesperación. Esteban y yo. Con los falos enardecidos en las manos esperábamos y esperábamos, mientras Gustavo daba brincos que taladraban a ¡Estropeado! y ¡Estropeado! no podía gritar, ni siquiera gritar, porque su boca era firmernente hundida en el barro por la mano fuerte militari de Gustavo.
A Esteban se le contrajo el estómago a raíz de la ansiedad y luego de la arcada desalojó algo del estómago, algo que cayó a mis pies. Era un espléndido conjunto de objetos brillantes, ricamente ornamentados, espejeantes al sol. Me agaché, lo incorporé a mi estómago, y Esteban entendió mi hermanación. Se arrojó a mis brazos y yo me bajé los pantalones. Por el ano desocupé. Desalojé una masa luminosa que enceguecía con el sol. Esteban la comió y a sus brazos hermanados me arrojé.
Mientras tanto ¡Estropeado! se ahogaba en el barro, con su ano opaco rasgado por el falo de Gustavo, quien por fin tuvo su goce con un alarido. La inocencia del justiciero placer.
Esteban y yo nos precipitamos sobre el inmundo cuerpo abandonado. Esteban le enterró el falo, recóndito, fecal, y yo le horadé un pie con un punzón a través de la suela de soga de alpargata. Pero no me contentaba tristemente con eso. Le corté uno a uno los dedos mugrientos de los pies, malolientes de los pies, que ya de nada irían a servirle. Nunca más correteos, correteos y saltos de tranvía en tranvía, tranvías amarillos.
Promediaba mi turno pero yo no quería penetrarlo por el ano.
—Yo quiero succión —crují.
Esteban se afanaba en los últimos jadeos. Yo esperaba que Esteban terminara, que la cara de ¡Estropeado! se desuniera del barro para que ¡Estropeado! me lamiera el falo, pero debía entretener la espera, armarme en la tardanza. Entonces todas las cosas que le hice, en la tarde de sol menguante, azul, con el punzón. Le abrí un canal de doble labio en la pierna izquierda hasta que el hueso despreciable y atorrante quedó al desnudo. Era un hueso blanco como todos los demás, pero sus huesos no eran huesos semejantes. Le rebané la mano y vi otro hueso, crispados los nódulosfalanges aferrados, clavados en el barro, mientras Esteban agonizaba a punto de gozar. Con mi corbata roja hice un ensayo en el coello del niño proletario. Cuatro tirones rápidos, dolorosos, sin todavía el prístino argénteo fin de muerte. Todavía escabullirse literalmente en la tardanza.
Gustavo pedía a gritos por su parte un fino pañuelo de batista. Quería limpiarse la arremolinada materia fecal conque ¡Estropeado! le ensuciara la punta rósea hiriente de su falo. Parece que ¡Estropeado! se cagó. Era enorme y agresivo entre paréntesis el falo de Gustavo. Con entera independencia y solo se movía, así, y así, cabezadas y embestidas. Tensaba para colmo los labios delgados de su boca como si ya mismo y sin tardanza fuera a aullar. Y el sol se ponía, el sol que se ponía, ponía. Nos iluminaban los últimos rayos en la rompiente tarde azul. Cada cosa que se rompe y adentro que se rompe y afuera que se rompe, adentro y afuera, adentro y afuera, entra y sale que se rompe, lívido Gustavo miraba el sol que se moría y reclamaba aquel pañuelo de batista, bordado y maternal. Yo le di para calmarlo mi pañuelo de batista donde el rostro de mi madre augusta estaba bordado, rodeado por una esplendente aureola como de fingidos rayos, en tanto que tantas veces sequé mis lágrimas en ese mismo pañuelo, y sobre él volqué, años después, mi primera y trémula eyaculación.
Porque la venganza llama al goce y el goce a la venganza pero no en cualquier vagina y es preferible que en ninguna. Con mi pañuelo de batista en la mano Gustavo se limpió su punta agresiva y así me lo devolvió rojo sangre y marrón. Mi lengua lo limpió en un segundo, hasta devolverle al paño la cara augusta, el retrato con un collar de perlas en el cuello, eh. Con un collar en el cuello. Justo ahí.
Descansaba Esteban mirando el aire después de gozar y era mi turno. Yo me acerqué a la forma de ¡Estropeado! medio sepultada en el barro y la di vuelta con el pie. En la cara brillaba el tajo obra del vidrio triangular. El ombligo de raquítico lucía lívido azulado. Tenía los brazos y las piernas encogidos, como si ahora y todavía, después de la derrota, intentara protegerse del asalto. Reflejo que no pudo tener en su momento condenado por la clase. Con el punzón le alargué el ombligo de otro tajo. Manó la sangre entre los dedos de sus manos. En el estilo más feroz el punzón le vació los ojos con dos y sólo dos golpes exactos. Me felicitó Gustavo y Esteban abandonó el gesto de contemplar el vidrio esférico del sol para felicitar. Me agaché. Conecté el falo a la boca respirante de ¡Estropeado! Con los cinco dedos de la mano imité la forma de la fusta. A fustazos le arranqué tiras de la piel de la cara a ¡Estropeado! y le impartí la parca orden:
—Habrás de lamerlo. Succión—
¡Estropeado! se puso a lamerlo. Con escasas fuerzas, como si temiera hacerme daño, aumentándome el placer.
A otra cosa. La verdad nunca una muerte logró afectarme. Los que dije querer y que murieron, y si es que alguna vez lo dije, incluso camaradas, al irse me regalaron un claro sentimiento de liberación. Era un espacio en blanco aquel que se extendía para mi crujir.
Era un espacio en blanco.
Era un espacio en blanco.
Era un espacio en blanco.
Pero también vendrá por mí. Mi muerte será otro parto solitario del que ni sé siquiera si conservo memoria.
Desde la torre fría y de vidrio . De sde donde he con templado después el trabajo de los jornaleros tendiendo las vías del nuevo ferrocarril. Desde la torre erigida como si yo alguna vez pudiera estar erecto. Los cuerpos se aplanaban con paciencia sobre las labores de encargo. La muerte plana, aplanada, que me dejaba vacío y crispado. Yo soy aquel que ayer nomás decía y eso es lo que digo. La exasperación no me abandonó nunca y mi estilo lo confirma letra por letra.
Desde este ángulo de agonía la muerte de un niño proletario es un hecho perfectamente lógico y natural. Es un hecho perfecto.
Los despojos de ¡Estropeado! ya no daban para más. Mi mano los palpaba mientras él me lamía el falo. Con los ojos entrecerrados y a punto de gozar yo comprobaba, con una sola recorrida de mi mano, que todo estaba herido ya con exhaustiva precisión. Se ocultaba el sol, le negaba sus rayos a todo un hemisferio y la tarde moría. Descargué mi puño martillo sobre la cabeza achatada de animal de ¡Estropeado!: él me lamía el falo. Impacientes Gustavo y Esteban querían que aquello culminara para de una buena vez por todas: Ejecutar el acto. Empuñé mechones del pelo de ¡Estropeado! y le sacudí la cabeza para acelerar el goce. No podía salir de ahí para entrar al otro acto. Le metí en la boca el punzón para sentir el frío del metal junto a la punta del falo. Hasta que de puro estremecimiento pude gozar. Entonces dejé que se posara sobre el barro la cabeza achatada de animal.
—Ahora hay que ahorcarlo rápido —dijo Gustavo.
—Con un alambre —dijo Estebanñ en la calle de tierra don de empieza el barrio precario de los desocupados.
—Y adiós Stroppani ¡vamos! —dije yo.
Remontamos el cuerpo flojo del niño proletario hasta el lugar indicado. Nos proveímos de un alambre. Gustavo lo ahorcó bajo la luna, joyesca, tirando de los extremos del alambre. La lengua quedó colgante de la boca como en todo caso de estrangulación. Read More......

freud, a. warhol y los trosquistas son la misma mierda


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Los trotskystas se esconden detrás de las masas por temor a ver los fallos de su propio sistema, engendros de Raskolnikovs saturados de filosofia de mierda, o de psicologia falsa. Y es mas, esconden a las masas detrás del arte mas obtuso de todos, del facismo dentro del arte, por que el arte libre es el arte escrito por gente oprimida, o no, es el arte sin discriminación, pero tu arte se centra en un norteamericano millonario come pijas que expresa menos libertad que un chancho enjaulado. Y tu arte ni siquiera dentro de tu mundo “de masas” es libre, ya que tus psicologos freudianos lo vuelven a enjaular, por envidia, matan al pajaro por que este vuela INDIVIDUALMENTE y uno no.

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ARLT he visto morir

gracias a Ergueta de taringa






Roberto Arlt.
Aguafuertes porteñas.

Las 5 menos 3 minutos. Rostros afanasos tras de las rejas. Cinco menos 2. Rechina el cerrojo y la puerta de hierro se abre. Hombres que se precipitan como si corrieran a tomar el tranvía. Sombras que dan grandes saltos por los corredores iluminados. Ruidos de Culatas. Más sombras que galopan.
Todos vamos en busca de Severino Di Giovanni para verlo morir.

La letanía.

Espacio de cielo azul. Adoquinado rústico. Prado verde. Una como silla de comedor en medio del prado. Tropa. Máuseres. Lámparas cuya luz castiga la obscuridad. Un rectángulo. Parece un ring. El ring de la muerte. Un oficial.
<<...de acuerdo a las disposiciones... por violación del bando... ley número...>>
El oficial bajo la pantalla enlozada. Frente a él, una cabeza. Un rostro que parece embadurnado en aceite rojo. Unos ojos terribles y fijos, barnizados de fiebre. Negro círculo de cabezas.
Es Severino Di Giovanni. Mandíbula prominente. Frente huída hacia las sienes como la de las panteras. Labios finos y extraordinariamente rojos. Frente roja. Mejillas rojas. Ojos renegridos por el efecto de luz. Grueso cuello desnudo. Pecho ribeteado por las solapas azules de la blusa. Los labios parecen llagas pulimentadas. Se entreabren lentamente y la lengua, más roja que un pimiento, lame los labios, los humedece. Ese cuerpo arde en temperatura. Paladea la muerte.
<<...artículo número...ley de estado de sitio... superior tribunal... visto... pásese al superior tribunal... de guerra, tropa y suboficiales...>>
Di Giovanni mira el rostro del oficial. Proyecta sobre ese rostro la fuerza tremenda de su mirada y de la voluntad que lo mantiene sereno.
<<...estamos probando... apercíbase al teniente... Rizzo Patrón, vocales... tenientes coroneles... bando... dése copia... fija número...>>
Di giovanni se humedece los labios con la lengua. Escucha con atención, parece que analizara las cláusulas de un contrato cuyas estipulaciones son importantísimas. Mueve la cabeza con asentimiento, frente a la propiedad de los términos con que está redactada la sentencia.
<<...Dése vista al ministro de Guerra... sea fusilado... firmado, secretario...>>

Habla el Reo.

-Quisiera pedirle perdón al teniente defensor...
Una voz: -No puede hablar. Llévenlo.
El condenado camina como un pato. Los pies aherrojados con una barra de hierro a las esposas que amarran las manos. Atraviesa la franja de adoquinado rústico. Algunos espectadores se ríen. ¿Zoncera? ¿Nerviosidad? ¡Quien sabe!.
El reo se sienta reposadamente en el banquillo. Apoya la espalda y saca pecho. Mira arriba. Luego se inclina y parece, con las manos abandonadas entre las rodillas abiertas, un hombre que cuida el fuego mientras se calienta agua para tomar el mate.
Permanece así cuatro segundos. Un suboficial le cruza una soga al pecho, para que cuando los proyectiles lo maten no ruede por tierra. Di Giovanni gira la cabeza de derecha a izquierda y se deja amarrar.
Ha formado el blanco pelotón de fusilero. El suboficial quiere vendar al condenado. Éste grita:
-Venda no.

Mira tiesamente a los ejecutores. Emana voluntad. Si sufre o no, es un secreto. Pero permanece así, tieso, orgulloso.
Surge una dificultad. El temor al rebote de las balas hace que se ordena a la tropa, perpendicular al pelotón fusilero, retirarse unos pasos.
Di Giovanni permanece recto, apoyada la espalda en el respaldar. Sobre su cabeza, en una franja de muralla gris, se mueven piernas de soldados. Saca pecho. ¿Será para recibir las balas?
-Pelotón, firme. Apunten.
La voz del reo estalla metálica, vibrante:
-¡Viva la anarquía!
-¡Fuego!

Resplandor subitáneo. Un cuerpo recio se ha convertido en una doblada lámina de papel. Las balas rompen la soga. El cuerpo cae de cabeza y queda en el pasto verde con las manos tocando las rodillas.
Fogonazo del tiro de gracia.

Muerto.

Las balas han escrito la última palabra en el cuerpo del reo. El rostro permanece sereno. Pálido. Los ojos entreabiertos. Un herrero a los pies del cadáver. Quita los remaches del grillete y de la barra de hierro. Un médico lo observa. Certifica que el condenado ha muerto. Un señor, que ha venido de frac y zapatos de baile, se retira con la galera en la coronilla. Parece que saliera del cabaret. Otro dice una mala palabra.
Veo cuatro muchachos pálidos como muertos y desfigurados que se muerden los labios; son: Gauna, de La Razón, Álvarez de Última hora, Enrique Gonzales Tuñón, de Crítica y Gómez, de el Mundo. Yo estoy como borracho. Pienso en los que se reían. Pienso que a la entrada de la penitenciaría debería ponerse un cartel que rezara:
-Está prohibido reírse.
-Está prohibido concurrir con zapatos de baile.


"La descarga terminó con el más hermoso de los que estaban presentes" Read More......

nueno cd de loquero doble

genteeee LOQUERO - NINE LIVES - NIÑOS ENFERMOS - CLINCH
Los Marplatenses entran a grabar su nuevo disco, ya esta todo encaminado para los 24 temas nuevos, los cuales seran editados en un disco doble, dividido en 2 partes.
El domingo 16 de noviembre las bandas anunciadas de titulo estaran lanzando en simultaneo sus respectivos nuevos trabajos discograficos, en un show en super rock - sarmiento 777 -, las entradas estaran disponibles a partir del lunes proximo a 20$.



subido por mi

descargaaaaaaaa:


http://rapidshare.com/files/150752857/loqieero.zip.html Read More......

sueños, devolucion de gentileza




mañana sueños punk rock desde las 19 hs en el galpón 11

GRACIAS AL MIRADOR POR DEJARNOS TOCAR EN TU PROGRAMA AL IGUAL QUE TODOS LOS MEDIOS QUE LO HACEN SIN PEDIRNOS NADA A CAMBIO


mañana nesecitamos nuevamente su aguante para que sea una fiesta copada

de nuestro lado le aseguramos que vamos a dar un exelente show ya que venimos ensayando muy duro asi que haanos el aguante si pueden aho va la data:

´SÁBADO 04 DE OKTUBRE RECITAL EN CONTRA DE LA VIOLENCIA

- LUGAR: GALPÓN 11 (SARGENTO CABRAL Y EL RÍO)

- HORARIO:19 HS

- BANDAS INVITADAS:

ALL THE ATS (LUCAS Y SEBA)

SUEÑOS PUNK ROCK

BANDA SORPRESA QUE TODOS QUISIERAN ES MUY GROSA

PITER FUNK

JIMI CAIGA Read More......